La capa de ozono es responsable de proteger a la Tierra de la mayor parte de los rayos ultravioleta emitidos por el Sol, siendo fundamental para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta. En 1985, algunos científicos anunciaron que todos los años, a principios de la primavera en el Hemisferio Sur, un inmenso agujero se abría en la capa de ozono de la atmósfera sobre la Antártida. Y lo peor: él también se estaba cada vez más grande.
La principal causa de esta desaparición del ozono eran los clorofluorocarbonos (CFCs), compuestos químicos que fueron muy utilizados en la refrigeración, en especial en refrigeradores y aparatos de aire acondicionado, que, activados por la vuelta de la luz solar al Polo Sur con el fin del invierno , iniciaron una serie de reacciones que destruían la capa del gas ubicada en la estratosfera.
En 1987, el Protocolo de Montreal, firmado por 46 países, selló el destino del CFC. Eso porque los químicos británicos descubrieron que el cloro de los aerosoles reaccionaba con el ozono de la atmósfera y disipaba la capa formada por el gas que protege el planeta de los rayos UV.
29 años después, los científicos conmemoran y pueden decir que el acuerdo mundial está funcionando. Susan Solomon, del MIT, y su equipo, están observando la capa de ozono que cubre la región de la Antártida desde 2000. La investigadora afirma que entre 2000 y 2015 el agujero disminuyó más de 4 millones de km² y que diversos signos de recuperación ya son visibles.
Si todo ocurre como se esperaba, hasta 2050 el agujero estará «cicatrizado», pero no está seguro si la mejora será regular. Todo caminaba bien, hasta que en octubre de 2015, el agujero golpeó su récord de tamaño, con 28,2 km². Un tiempo después, los estudios de Solomon encontraron el problema: la erupción del volcán Calbuco, en Chile, ocurrió en la misma época, formando nubes de pequeñas partículas en la atmósfera, lo que facilitó la reacción destructiva entre cloro y ozono.
Incluso con este accidente, el equipo sigue confiado en que la capa de ozono está cicatrizando los daños causados por los humanos. Pero la mejora aún debe ser inestable, pues existen restos de cloro en la atmósfera y, toda vez que el clima se vuelve frío y soleado, la luz y la temperatura intensifican las reacciones con el ozono.
Además de todo, podemos conmemorar este gran paso que estamos dando corrigiendo un problema que nosotros mismos provocamos.